sábado, agosto 18, 2018

¿Vivimos una distopía?

Yo creo que la realidad mundial tiene muchos ingredientes de las distopías clásicas. Pero que, al estar mezclados entre sí y no responder a ninguno de los estereotipos, nos confundimos y nos creemos a salvo...

Ordenémoslos un poco.

Las distopías clásicas

La palabra distopía se construye por oposición a la palabra Utopía, título de una obra de Tomás Moro, donde representaba un no-lugar en el cual se maximizaban los valores positivos. Así, distopía refiere a una sociedad que realiza un orden no deseable, y que maximiza algún aspecto negativo de la vida, para algunos o para todos sus ciudadanos.
Las distopías clásicas son las tres grandes obras de ciencia-ficción
  • 1984 de George Orwell
  • Fahrenheit 451 de Ray Bradbury
  • Brave new world de Aldous Huxley
A las cuales yo agregaría una más
  • The space merchants de Frederik Pohl y Cyril Kornbluth
Rodeados como estamos de propaganda, autocomplacencia y negación, podemos creer que el mundo actual se parece más a la una utopía que a una distopía. Y sin embargo, tal vez deberíamos analizarlo un poco más:

¿Cuánto se parece el mundo de hoy a estas historias?

La realidad y las ficciones

  • En 1984 la distopía es autoritaria. 


    Los ciudadanos pierden el control sobre todos los aspectos de su vida, y son puestos al servicio de la maquinaria estatal en manos de una élite autoritaria. La propaganda del régimen es abrumadora, omnipresente, aplastante.  

    La realidad presente comparte muchos aspectos de 1984. Si bien la represión abunda en ciertos estratos sociales, y la vigilancia y la intimidación son cada día más preocupantes, el punto clave es la posverdad: "Oceanía nunca estuvo en guerra con Eurasia" podría ser un titular en cualquier matutino un domingo cualquiera. 


  • Fahrenheit 451 es la temperatura a la que se quema el papel, y arde.

    Esta es una distopía por distracción. Los ciudadanos comprenden limitadamente la realidad, porque están privados de información, distraídos por la televisión, y se les niegan los recursos cognitivos necesarios. 

    Los libros están prohibidos, porque estimulan el sentido crítico. Los camiones de bomberos cargan querosene para quemarlos donde sea que se los encuentre. Los dueños del poder inician guerras y persiguen opositores, mientras los ciudadanos no se enteran, y se entretienen mirando programas de TV vacíos durante las 24 horas. 

    La vida que hoy vivimos tiene mucho de Fahrenheit 451. La televisión estupidizante llena la vida de los ciudadanos. El culto y la promoción de la ignorancia son la norma. Los libros no se queman, pero la escuela hace un buen trabajo generando fobia hacia ellos.

  • Brave new world (o Un mundo feliz en castellano) es la distopía de diseño. 


    Los ciudadanos son criados artificialmente, preparados desde embriones para aceptar su rol social y ser felices en él. Se idiotiza a quienes serán operarios manuales, se condiciona a quienes harán tareas mas complejas. La repetición de consignas durante toda la vida lava completamente el cerebro de aquéllos a quienes se les permitió nacer con uno. 

    Todos afirman ser felices, pero sólo porque fueron formateados desde la concepción para creerlo así. No hay libertad, pero no es un problema porque ¡nadie la desea!. 

    El mundo de hoy tiene dos aspectos en los que innegablemente refiere a Brave new world: las condiciones de gestación de las clases bajas, hacen que la inteligencia de los futuros operarios se vea disminuida. La repetición de consignas las 24 horas por todos los medios crea verdades, y redefine la felicidad.

  • The space merchants (o Mercaderes del espacio en español) es la distopía liberal. 


    El mundo se hunde en un capitalismo extremo e irracional. Las clases sociales se dividen en productores, ejecutivos y consumidores. Una minoría de productores y ejecutivos viven en la abundancia, mientras la vida de los consumidores transcurre en la pobreza total y absoluta. 

    La ecología se desmorona. Mientras los ricos pedalean en su Mercedes-Benz, los pobres alquilan por horas una cama compartida, o incluso un escalón en las escaleras de un rascacielos, para poder descansar. Los dueños de las grandes empresas controlan el mundo, y dejan al presidente de una nación sentado en una sala de espera sin ser atendido. 

    El mundo actual es casi literalmente The space merchants. Uno diría que llegar a los aspectos más siniestros de esa distopía es, en el camino actual, casi meramente una cuestión de tiempo...

Entonces...

Leamos las distopías, y hagámoslo con sentido crítico. Si creemos que tenemos suerte de no vivir en un mundo así, o que aún no hemos llegado a eso... detengámosnos un poco más a analizarlas. Puede que se parezcan más a la realidad de hoy de lo que nos gustaría aceptar...

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